Un grupo de jugadores privilegiados, entre los que despuntaban los holandeses Gullit, Van Basten y Rijkaard, y un entrenador, Arrigo Sacchi, dominaron el fútbol europeo de finales de los ochenta contra los principios de una nación: “Italia adora el contragolpe, la especulación, el desprecio por los riesgos, la astucia y el gol oportunista (…) Sacchi era el anticristo destinado a acabar con un modelo interiorizado por toda una nación de fanáticos”, sudadera barça explicaba en 2007 el periodista Santiago Segurola sobre la revolución de un técnico que impuso un juego que quería ser atrevido y ordenado a la vez.